Suerte, sí­, mucha suerte tuve aquella noche de verano en Puerto Real, en la que Manolo Bení­tez me presentó a José Antonio Chanivet y a su esposa, mi queridísima amiga Pepa. Después de esta primera e inolvidable cena nos reuníamos frecuentemente, porque, a medida que nos fuimos conociendo, cada uno de nosotros sentí­a lo que me atrevo a decir una admiración profunda y determinante, no sólo porque descubrí­ a una gran persona y a un gran artista, sino porque le conocí­ a él como creador. Y me encontré con su pintura, de la que me enamoró. Fueron veladas llenas de risas, sorpresas y alegrí­a. Llamaba mi atención su curiosidad, su lucha constante por encontrar su auténtico yo, su forma de expresarse con rotundidad… y lo ha conseguido con sus pinceles, sus óleos, sus acrí­licos, sus carbones, sus lienzos y sus papeles. Posee una riquí­sima formación académica, conoce bien su oficio de pintor y dibujante, como un canastero conoce sus mimbres, y ha ido más allá: porque aparte de los medios convencionales usa, dominándolos, el diseño y demás medios digitales.

Chanivet es como el agua de mar que llega con la marea y toma forma de la poza en la que se vierte generosamente, haciéndola rebosar. Entiendo que es muy difícil etiquetarlo como creador, porque ha tocado, como en el amenco, muchos palos y todos con pureza y jondura; lo digo con todo el rigor: ha encontrado su lenguaje propio. El suyo, el que estaba buscando, aunque seguirá, no les quepan dudas. Sus simbolismos, sus representaciones, sus conceptos, sus guiños pestañeando con gracia al surrealismo y al arte Pop, hacen de él un artista tan amoroso que sus ritmos, tiempos, volúmenes y colores los construye como reconstruimos los sueños al despertar y, dándoles forma, nos los presenta sustancialmente, sin almí­bares melosos. En esta su obra, donde generosamente nos deja mirar su alma, nos encontramos de frente con la grandeza que tiene en su interior. Y tiene todo un universo,  El universo Chanivet . Ahora, enfréntense a sus recuerdos, a sus dolores, a sus alegrías… y a él.

Paco Leal

Debajo de la mesa de José Antonio Chanivet hay mucho que remover. Desde el dibujo de sus orígenes, al que regresa para reinventarse, pasando por bocetos inconclusos que ahora exhibe ya finiquitados, sin dejar atrás las investigación³n y nuevas técnicas que anda explorando ante un inspirador horizonte artí­stico siempre rodeado de reflexiones. Son los Mapas debajo de la mesa, que hasta el próximo 4 de septiembre pueden verse en la sala Blas de Lezo de la Casa de Iberoamérica.

Un total de 23 piezas en gran formato en blanco y negro y dibujadas a carboncillo son testigos de este proceso también integrado por obras de un proyecto anterior, Carne adobada, en alusión al proceso “educativo de uno mismo, pues con el tiempo, los años y la educación, somos como la carne, que se adoba o se enmascara entre nuevos sabores”, explica sobre esta metáfora.

El principio de esta carrera empezó precisamente con su producción en blanco y negro, cuando trabajaba intensamente la fotografí­a digital allá por los años 90, en un contexto en que muy pocos en la provincia lo hacían, “y ahora recupero estos inicios en blanco y negro desde el dibujo, alejándome de las tecnologí­as”. Una técnica en la que se ha sentido muy cómodo, de la que se ha impregnado e incluso pringado, pues el carboncillo mancha. “Ha sido un gesto puramente instintivo porque yo boceto mucho, hago mucho digital, ha sido fundamental en mi carrera y ahora un poco cansado del tema he recuperado esta técnica que tanto me gustaba”.

También recoge elementos desechados en algún momento de su trayectoria, desde antiguos bocetos que no fueron desarrollados y que ahora se han convertido en obra nueva, pasando por iconograí­a no utilizada que conforman nuevas escenografí­as complementarias. “Eran los moldes del cacharro, lo contrario, lo que nunca hice, lo que nunca mostré, lo que uno no pone por el motivo que sea. Y ahora vi la oportunidad de retomarlo, de meter todos estos elementos en la coctelera y mezclarlos”, asevera el artista. Por eso, ahora que los ha reciclado ofrece una idea más global de su trabajo, “de lo que habí­a pintado antes, lo que me ha influido”, asevera.

De este modo, a la vez que se acoge a sus orí­genes, también se ha cobijado en su propia evolución, “como puede verse en la influencia de la fotografía digital, porque también influyen las cosas que no haces”.

Objetos, ideas, formatos, técnicas retomadas con la idea siempre de reflexionar e incluso crear de tensión. “Son obras con tensión narrativa, me gusta que se espere algo, incluso de un elemento quieto”, afirma sobre una praxis que considera “el principio del arte contemporáneo”. En su obra, particularmente, lo borda con textos de Paco Leal, que juntos o por separado, consigue reforzar esta tensión que induce a la lectura que cada uno quiera hacer. Sobre un plato lleno de espinas de pescados, un televisor en un salón, un cuchillo sobre un plato, un escaparate con maniquíes de niños o una escena con elementos aislados de boxeo… La mesa está servida del imaginario de José Antonio Chanivet, que ya anda investigando nuevos caminos precisamente a raí­z de retomar uno de los primeros, el dibujo. “Me he encontrado con un material con muchas opciones para seguir investigando”. Por ejemplo, el dibujo sobre soportes sintéticos, cuyos bocetos adelantaré en una muestra que inaugura próximamente en La Chanca (Conil). Son los nuevos dibujos y reflexiones de Chanivet.

Virginia León. Diario de Cádiz.

 Las primeras obras que le conocimos cuando era un joven con la carrera de Bellas Artes recién terminada, ya, apuntaban horizontes de diáfanas perspectivas. Se trataba de un trabajo fresco, lleno de energía, distinto, muy bien conformado plásticamente -se notaba que su especialidad formativa fue la de Restauración, allí donde el tratamiento de los materiales impone su máxima potestad- y con un concepto creativo contundente, sabio, consciente y sabedor de a qué hay que atenerse. José Antonio Chanivet es, no cabe la menor duda, artista importante, de la provincia de Cádiz y de cualquier sitio; su obra parte de una convencida creencia artística; está sujeta a la más pura esencia de la verdad pictórica; se somete a los postulados del arte clásico, ese que se fundamenta en el conocimiento, en la acertada, estricta y rigurosa constitución de la forma, en su justa manipulación y exacta manifestación; posee una preclara formulación con un resuelto manejo de los elementos en los que sobresale un exultante dibujo, limpio, elegante y definidor y todo esto como una felicísima arquitectura sobre la que se sustenta un edificio bello, poderoso y con un grado de significación abierto, no sujeto a posiciones estancas y donde subyace una realidad mediata, cargada de esquemas irónicas, surreales y con lo real absolutamente sometido a un jocoso cuestionamiento.

A José Antonio Chanivet le hacía falta como artista una gran exposición como ésta que se lleva a cabo en los bellos recintos de la antigua Cárcel Real, sobre todo porque su sabia y justa pintura debe estar cercana al ánimo general de un universo pictórico que, quizás, arbitrariamente se haya fijado más detenidamente en otros con mucho menos qué decir y haya pasado demasiado de puntillas por la suprema obra de un Chanivet que es mrecedor infinitamente de mucho más.

La muestra es amplia, muy bien estructurada expositivamente, con abundante guiños a su carrera artística y con elementos diferenciadores de una pintura que ahonda en los mejores testimonios de un Arte que, con él, siempre, va hacia delante. Cerca de treinta obras de formato considerables componen una exposición clarificadora, que nos sitúa ante los parámetros de un artista con mayúsculas, sabedor de lo que se cuece en el Arte más nuevo, que conoce a la perfección las complejidades de la nueva pintura y que asume las más variadas argumentaciones de la representación sabiendo cómo dejar un sello personal, con una morfología de la figuración acertada, poderosa, dinámica y absolutamente afortunada.

La comparecencia de José Antonio Chanivet es todo un bello canto al dibujo, una magistral lección de cómo utilizar los blancos y los negros desde esa dificilísima posición plástica que es el carboncillo. Con tan básico elemento, un ingenio pictórico fuera de serie y una clarividencia formal de altísimos vuelos, el artista de Puerto Real nos conduce por unos episodios que relatan historias presentidas, personajes extraídos de un mundo a contracorriente, tan real como imposible, objetos de un entorno que transgreden su habitual contexto significativo, escenas de fuerte carga surreal, todo generando desenlaces nuevos aunque, muchas veces, mantengan la referencia de un tiempo que marcó un destino imprevisible.

Bernardo Palomo. Diario de Cádiz.

Sala Blas de Lezo, Casa de Iberoamérica. Ayuntamiento de Cádiz. Julio – septiembre 2016.